La lucha sufragista de las puertorriqueñas

hbiEl Puerto Rico de comienzos del siglo veinte fue el escenario perfecto para múltiples luchas sociales y políticas, en parte desatadas por la invasión estadounidense de 1898 que cambió totalmente las experiencias vividas por la población.  Los reclamos de solución al status político del país, las luchas obreras y el realineamiento de los partidos políticos nacionales son solo algunos ejemplos.  Aquí analizaremos la lucha por el derecho al voto de las mujeres puertorriqueñas o al menos de parte de ellas.

Cuando se menciona la lucha sufragista se puede pensar en un grueso de mujeres abogando por su derecho inmediato al voto y a otros derechos que reniegan de la visión tradicional de una  mujer hogareña frente a un grupo de patriarcas que se niegan a aceptar tal reclamo.  No obstante, la realidad dista mucho de esa visión ya que las sufragistas fueron apoyadas por reconocidas figuras masculinas y la mayoría de las sufragistas continuaron con y difundieron el discurso de la mujer del hogar y madre.  Tampoco estuvieron exentas de divisiones clasistas ni político partidistas.

Es necesario dejar saber que desde la época de la dominación colonial española las mujeres venían abogando por espacios en la vida pública, pero más fundamentalmente en aquella época,  por oportunidades educativas para la mujer.  El primer paso del que se tenga noticia en esa dirección la dio el Ayuntamiento de San Juan cuando en 1799 se nombró a cuatro profesoras para que enseñaran a las niñas a leer, escribir, doctrina cristiana y manualidades.  El esfuerzo fue un rotundo fracaso cuando pocos años más tarde las profesoras descontinuaron las enseñanzas por falta de pago. Para 1856, más de medio siglo después de aquel primer intento en la capital, el gobernador José Lemery pidió a las mujeres que supieran leer y escribir que abrieran escuelas caseras para la enseñanza¹.

A pesar de estas iniciativas modestas y esporádicas, la realidad es que durante la dominación española se abrieron muy pocos espacios para la educación formal de las mujeres.  En 1860, se abrió el Colegio Asilo de San Ildefonso.  Veinte años después, en 1880, abre el Colegio de las Madres del Sagrado Corazón que se dirigió a educar a las hijas de los privilegiados.  Ese mismo año se funda la Asociación de Damas para la Instrucción de la Mujer.  Su fin era, como su nombre lo indica, proporcionar a la mujer educación, pero con el fin de que se convirtieran en maestras y hasta ahí.  Otras profesiones estaban vedadas para las mujeres y a esto hay que agregar que Puerto Rico no contaba ni siquiera con una universidad.  Era necesario abandonar Puerto Rico con  rumbo a República Dominicana, Cuba o algún país europeo para alcanzar un título universitario.

Para 1892 el Instituto de Enseñanza Superior del Ateneo inauguró la Escuela de Parteras.  Era una época en la que hombres como Hostos, Alejandro Tapia y Salvador Brau se habían solidarizado con la instrucción femenina, sin embargo, no se visualizaba a la mujer alejada de lo que se entendía era su lugar en la sociedad: el hogar, y su función primordial: la crianza.  De los tres antes mencionados fue Tapia quien tuvo una visión más de avanzada respecto a la mujer y su papel en la sociedad².

Luego del cambio de régimen colonial de 1898, Estados Unidos secularizó el sistema educativo y aumentó la cantidad de escuelas y maestros.  Para 1898 solo había 148 escuelas para niñas mientras que las restantes 380 eran para varones.  Entre las escuelas privadas, de veintiséis escuelas solo nueve eran para niñas.   Veintidós años más tarde, para 1920, la mayoría de las escuelas eran mixtas.  Esta nueva situación aumentó considerablemente la cantidad de escuelas a las que las niñas podían asistir.  Otro dato muy importante es que en 1903 se estableció por primera vez una universidad en el País, la Universidad de Puerto Rico, lo que amplió el abanico de profesiones a las que una mujer podría aspirar.  Con estos avances en el área educativa muchas mujeres se prepararían para exigir y conquistar más derechos.

Todos estos reclamos femeninos se difundieron a través de la prensa y de asociaciones.  La prensa de tipo feminista² aparece para 1894 y las asociaciones de mujeres durante la década de 1910.  El primer periódico feminista y fundado por una mujer fue La Mujer de Ana Roqué de Duprey en 1894.  Aunque creía en una mayor participación femenina en la vida pública abogaba más bien por mayores oportunidades educativas ya que creían que precisamente debido a la falta de instrucción las mujeres todavía no estaban preparadas para entrar al mundo de la política.  Para 1896, todavía bajo el régimen español, se dieron las primeras manifestaciones para obtener el sufragio para las mujeres.  Estas manifestaciones se inspiraban en las luchas femeninas que se daban en Estados Unidos.

Con el tiempo aparecieron otras publicaciones de corta vida, por ejemplo, La Evolución (1902), Pluma de Mujer (1915), La Mujer del Siglo XX (1917) y Álbum Puertorriqueño (1918).  En La Mujer del Siglo XX, también fundado por Ana Roqué, se hace la convocatoria para una asamblea en la Biblioteca Carnegie de San Juan que desembocó en la primera organización consagrada a la obtención del sufragio femenino en Puerto Rico, la Liga Femínea Puertorriqueña.  Las ultimas dos revistas, La Mujer del Siglo XX y Álbum Puertorriqueño, no solo abogaron por el derecho al voto de las mujeres, sino por su capacidad para ser elegidas a cargos públicos.  En estas publicaciones siempre se aclaraba que el sufragio femenino no ponía en peligro la función tradicional de madre y ama de casa de las mujeres.  Esta visión de la mujer como un ser destinado a ser madre, esposa y ama de casa fue también utilizado para atraer simpatizantes masculinos a la causa y evitar un choque abierto con los sectores más fundamentalistas.

Para 1930, las mujeres representaban el 26% de la fuerza laboral nacional.  Esta tendencia de aumento en la participación femenina en la fuerza de trabajo significó su inevitable entrada a los sindicatos, que en ese entonces estaban dominados por la Federación Libre de Trabajadores (FLT) cuyo brazo político era el Partido Socialista.  El liderato sindical de la FLT consideraba a las trabajadoras como dóciles, con menos educación y necesitadas de protección.  Por supuesto, esta actitud hizo que las mujeres no tuvieran acceso a cargos de importancia en los sindicatos y que recibieran peores sueldos.

Las mujeres del pueblo trabajador no se quedaron atrás y decidieron reclamar su derecho al voto.  No se limitaron a ello, también reclamaron la revisión del salario mínimo y mayor sanidad en los lugares de trabajo.  El único intento conocido de una prensa propia por parte de las obreras fue la revista La Mujer (1909) de la líder Luisa Capetillo.  Para las trabajadoras la conquista del voto solo era un instrumento más para alcanzar mejores niveles de vida y derechos para toda la clase trabajadora.

Hasta aquí vimos un breve resumen de los sucesos y de publicaciones que dieron origen al movimiento sufragista.  Ahora describiré brevemente las organizaciones que lucharon a favor de esta causa.

Liga Femínea Puertorriqueña

Fue la primera organización sufragista fundada en Puerto Rico.  La Liga apareció en agosto de 1917 y abogaba por el derecho al voto femenino amparado en la Ley Jones.  Esta ley decía:

“En las primeras elecciones que se celebren de acuerdo con esta Ley, los electores capacitados serán aquellos que tengan las condiciones de electores con arreglo a la ley actual.  Después de esas elecciones los electores deberán ser ciudadanos de los Estados Unidos, que hayan cumplido veintiún años de edad y tengan las demás condiciones que se prescribieren por la Asamblea Legislativa de Puerto Rico.”

La Liga Femínea Puertorriqueña alegaba que la Ley Jones les confirió la franquicia electoral, sin embargo, esta postura no ayudó mucho al logro de sus metas.  La LFP fue muy activa fuera del territorio nacional.  Realizó esfuerzos de cabildeo en el Congreso de Estados Unidos y unió esfuerzos con grupos sufragistas de ese país.  Esta organización estaba compuesta por mujeres de clase adinerada.  Aunque predicaron el voto para todas las mujeres, o el sufragio universal, en realidad eran solo palabras.  En la practica defendían el voto solo para mujeres que supieran leer y escribir.  Eso en el Puerto Rico de principios de siglo veinte significaba que el voto estaría casi exclusivamente permitido para mujeres de clases privilegiadas.

Asociación Feminista Popular

Esta asociación nace en 1920, su nombre completo fue Asociación Feminista Popular de Mujeres Obreras de Puerto Rico.  Su líder fue Franca de Armiño.  La AFPMOPR nace del seno del movimiento obrero y como es de esperar defendían el sufragio universal.  La Federación Libre de Trabajadores había trabajado intensamente durante las primeras dos décadas del siglo pasado para sindicalizar a las obreras con el fin principal de que no desplazaran a los hombres de sus puestos de trabajo ya que estaban dispuestas a recibir menor compensación al ser obreras no diestras.  La mayoría de la AFPMOPR pertenecía a la industria del tabaco y eran analfabetas.

Liga Social Sufragista

La LSS es la misma organización que la Liga Femínea Puertorriqueña que en 1921 decide cambiar su nombre debido a la ampliación de sus reclamos.  Ya no se limitarían a exigir el derecho a votar sino que la LFP enfiló sus cañones al derecho de las mujeres a ser elegidas y a la igualdad ante la ley.  Aunque todavía la mujer no había alcanzado el derecho al voto, la Liga Social Sufragista se envolvió en la discusión de los problemas del País, por ejemplo, se opuso a la pena de muerte, propuso soluciones a algunos problemas de entonces y presionaba personalmente a los legisladores.

La LSS no tardaría en dividirse.  Una de sus lideres, Milagros Benet de Mewton, radicó un pleito legal contra la Junta Local de Inscripciones al esta negarse a inscribirla para participar en las elecciones.  Ese mismo año la Liga se dividió en dos bandos.  Uno aprobaba las acciones de Benet y el otro, liderado por Rosario Bellber e Isabel Andreu de Aguilar, censuraba sus actos debido a que había actuado sin autorización de la LSS.  La realidad fue que los intereses partidistas jugaron el papel principal en la controversia.

El bando de Benet era simpatizante en su mayoría del Partido Republicano Puro y la Coalición republicano-socialista, mientras que las disidentes que fundaron la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas simpatizaban con el Partido Unión y la Alianza republicano-unionista.  Además de estas organizaciones de mujeres, los partidos políticos tuvieron mucho que decir al respecto.  Por supuesto, cada uno aprovechó la situación para no alejar futuras votantes mientras retardaban el proceso lo más que podían.

Los partidos políticos del momento

Tan temprano como el año 1900, el Partido Republicano comenzó a hablar del derecho al voto femenino.  Ese mismo año el representante Pedro María Descartes presentó un proyecto con esos fines, pero solamente para mujeres alfabetizadas.  A pesar de lo que ese partido predicaba el Proyecto H.B. 41 de 15 de diciembre de 1900 (Proyecto Descartes), éste ni siquiera fue discutido.

Por otro lado estaba el Partido Unión de Puerto Rico que dominó la política de las primeras décadas del siglo 20.  Fue otro ejemplo del doble discurso cuando en 1909, Nemesio Canales presentó un proyecto para reconocer el sufragio femenino.  El proyecto al menos fue discutido en la Cámara de Delegados y fue derrotado por una amplia mayoría.  Uno de los más fervientes opositores fue el líder unionista José de Diego.

El Partido Socialista supo aprovechar mejor los reclamos femeninos.  Mediante la organización sindical femenina fue el primero en declararse oficialmente a favor del voto para las mujeres sin importar la alfabetización.  Detrás de este debate del voto por literacia siempre hubo intereses electoreros de los partidos.  Por un lado el Partido Socialista creía que obtendría el favor de la masa de trabajadoras empobrecidas y analfabetas y por otro, el Partido Liberal apoyaba con las muelas de atrás el voto femenino, pero restringido por literacia ya que temía al voto de las trabajadoras.  A juzgar por la nefasta y anti obrera actuación del Partido Socialista con los trabajadores de la industria azucarera no se debería esperar un interés genuino del liderato de ese partido en la lucha de las mujeres por el derecho al sufragio y otros reclamos.

Llega la época de los juntes partidistas y se forman la Alianza por un lado y la Coalición por el otro.  Estas nuevas circunstancias no cambiaron sustancialmente la discusión ya que ambos grupos apoyaron el voto femenino.  Como era de esperarse, la Alianza con la restricción por literacia y la Coalición a favor del sufragio universal.  Aparte de esos partidos, se encontraba el Partido Nacionalista de Puerto Rico, una organización revolucionaria a partir de los años ’30.  Aquí hay que tomar en cuenta que luego de las elecciones de 1932 el PNPR se posicionó a favor del boicot a las elecciones coloniales.  El Partido Nacionalista tenia una prédica tradicionalista y de defensa del pasado español y católico como resistencia frente al nuevo régimen.

El Partido Nacionalista apoyó el sufragio femenino cuestionando a las mujeres el porqué querían ese derecho.  Predicaba que las mujeres deberían luchar por su derecho al voto si era con el fin de liberar a la Patria, de lo contrario seria un cambio cosmético y un ejercicio inútil.  Hay que recalcar que en las fuerzas revolucionarias nacionalistas y en el frente de batalla es célebre la participación de las mujeres.  Por ende, las mujeres nacionalistas fueron más allá que el resto ya que lucharon hombro con hombro al lado de sus compañeros.  Los nombres de Blanca Canales y Lolita Lebrón son reconocidos como luchadoras y heroínas nacionales.

Dentro de algunos partidos también hubo organizaciones.  En 1930 se funda la Asociación de Mujeres Republicanas Puras liderada por Ricarda L. de Ramos Casellas.  Entre sus logros se encuentra la participación de las republicanas puras como delegadas en las asambleas del partido en igualdad de condiciones con los hombres y la creación de una tercera vicepresidencia ocupada  por mujeres.  En 1932 los republicanos que estaban en la Alianza regresan al partido y se disuelve la AMRP.  Entonces se funda la Asociación de Mujeres de la Unión Republicana.

En el Partido Liberal se funda, en 1932, la Hermandad de Mujeres Liberales.  Aparte del entramado político partidista existió otra organización llamada Bloque de Mujeres No Partidistas.  Ya para esta época las mujeres habían conseguido el derecho al voto y concentraban sus esfuerzos en ampliar su presencia y liderato al interior de los partidos, lograr candidaturas y participar en todas las discusiones.  Pero el Bloque no quería que el movimiento feminista siguiera tragado por los partidos ya que eso significaba, según ellas, que la incorporación de la mujer en la política no había traído nada nuevo.  Por lo tanto estas mujeres predicaban el «voto inteligente» y el voto por candidatura.

 La actuación de los honorables

A nivel legislativo se presentaron muchos proyectos de ley dirigidos al reconocimiento del sufragio femenino.  Durante los primeros diecisiete años de gobierno civil bajo el dominio colonial estadounidense solo se presentan dos proyectos, los ya mencionados de Descartes y de Canales.

Luego de la imposición de la ciudadanía estadounidense en 1917, y hasta 1923, se sometieron once proyectos.  La mayoría de estos de republicanos, los cuales murieron o fueron ignorados por ambas cámaras dominadas por los unionistas.  A finales de 1927, Edgard R. Kiess presentó un proyecto en la Cámara de Representantes de Estados Unidos para otorgar el voto a las mujeres en Puerto Rico.  El mismo fue bien acogido y recomendado, sin embargo, se decidió dar espacio a la legislatura colonial puertorriqueña para que aprobara el sufragio femenino.  Ese espacio de tiempo se extendería hasta febrero de 1929.  Este nuevo escenario provocó toda una discusión en Puerto Rico sobre hasta qué punto Estados Unidos podía intervenir en los asuntos de Puerto Rico.

Finalmente, Antonio R. Barceló presentó el Proyecto del Senado #3 (luego de otros presentados anteriormente).  Este proyecto fue aprobado concediendo el voto a las mujeres, pero solamente a las mujeres alfabetizadas y mayores de veintiún años.  Así mismo, desde ese momento se le requeriría a todo nuevo elector masculino el requisito de saber leer y escribir para poder ejercer el derecho al voto.  Este proyecto fue presentado y aprobado, más por la presión del Proyecto Kiess y para evitar la intervención del Congreso de Estados Unidos, que por la voluntad de reconocer el derecho al voto para las mujeres.

El 18 de abril de 1929 el gobernador Horace Mann Tourner firmó la Ley 74 otorgando el sufragio a las mujeres alfabetizadas.  Para las elecciones de 1932, por vez primera en Puerto Rico, una parte de la población de mujeres pudo participar en el proceso.  Ese año triunfa la Coalición, cuyos líderes, luego de haber predicado el sufragio universal, pasaron dos años de gobierno sin hacer nada al respecto.  No fue hasta el 1935 cuando se aprueba y firma el sufragio universal.

La primera mujer electa fue María Luisa Arcelay.  Arcelay era republicana, pertenecía a la Coalición y fue electa representante a la Cámara por el distrito de Mayagüez.  En 1936, Arcelay fue reelecta y María M. de Pérez Almirioty fue electa senadora por acumulación en representación del Partido Liberal.  Luego de tantas luchas, ninguna de estas dos mujeres hizo diferencia alguna en el trabajo realizado.  Ninguna presentó un solo proyecto a favor de los derechos de las mujeres y mucho menos a favor de las mujeres de la clase trabajadora.